Los panameños a partir de sus ancestros han eslabonado cinco culturas indígenas que tomaron forma desde antes de la etapa marcada por Cristóbal Colón.
A partir del siglo XVI, con el arribo de los españoles comenzaron a operarse transformaciones acrecentadas por la posterior presencia de descendientes africanos y en menor escala en cuanto al legado están los chinos, franceses y norteamericanos quienes también enriquecieron la herencia del país con su música y arte.
La variedad de danzas es enorme y entre ellas se encuentran la denominada Gran Diablo que simboliza la lucha de ultratumba entre el bien y el mal, representados en las figuras del Ángel San Miguel y el Diablo, respectivamente.
Igualmente está La Pajarilla, manifestación cultivada por los habitantes de San José de Las Tablas y constituye una de las fiestas de Corpus.
La Montezuma en sus versiones Española y Cabezona ha tenido vigencia en las poblaciones de Azuero, en especial en La Villa de Los Santos.
El Torito está considerado como una danza célebre y alegre. Asimismo se adicionan la de los Cucuas, Diablos Sucios y Diablos de Espejos.
El país posee una rica variedad de leyendas que se cuentan sobre todo en pueblos del interior, donde pueden citarse a La Virgen Guerrera o la Margarita de los Campos y el Chorro de las Mozas de Luisita Aguilera Patiño, el Pargo Negro de Manuel María Alba, La Niña Encantada del Salto del Pilón de Sergio González Ruiz.
Las fiestas más notables son las patronales, el Sábado de Gloria, el Día de la Cruz, Festival de la Mejorana, Festival de la Pollera, San Sebastián en Ocú, Corpus Christi y otras con interesantes particularidades.